Hace unas horas se cumplieron 80 años de la publicación de El Principito, esa novelita infantil escrita por el francés Antoine de Saint-Exupéry.
Desde entonces, hace pensar a los adultos de todas las edades sobre las cosas que perdimos por dejar de ver el mundo como los niños.
Su autor era un inspirado aviador, hoy tan famoso como Wiley Post, que fue el primero en volar en solitario alrededor del globo, o como Lawrence Sperry, inventor del piloto automático y el horizonte artificial.
Esos hombres volaban en unas máquinas elementales y difíciles.
Pero al menos las pilotaban.
Y sus sucesores disfrutaron del avance que trajo la mecánica de precisión y la hidráulica. Los nuevos pilotos manipulaban volantes, palancas de aceleración y grandes pedales, unidos por varios sistemas a las partes móviles del avión, para gobernar la orientación, altitud, dirección y velocidad.
Los pilotos actuaban y la aeronave reaccionaba, eran parte de la máquina y sentían sus respuestas.
Esa relación fue fundamental para sentir el placer de volar.
Hasta que en 1988 el Airbus A320 introdujo un ordenador entre la orden del piloto y la respuesta de la máquina, cortando así el vínculo táctil entre ambos.
Con la automatización informática, la cabina de vuelo es una gigantesca interfaz de ordenador voladora. Y sus pilotos son ahora operadores informáticos, constituyendo un nuevo problema.
Porque, aunque volar actualmente es muy seguro, cuando los ordenadores de a bordo funcionan mal (como hicieron los del Boeing 737-MAX) o surgen situaciones inesperadas, los pilotos deben tomar el control manual del avión, un rol para el que ya no están preparados.
La industria aeronáutica está descubriendo que una dependencia exagerada de la automatización informática puede disminuir la pericia de los pilotos y su nivel de concentración.
Compartir el trabajo de volar con un software implica ganar y perder. La adicción a la automatización hace que nos estemos olvidando de cómo se vuela…según lo hacían Saint-Exupéry, Post, Sperry y tantos otros.
Esto ocurre también cuando ponemos en marcha un emprendimiento.
Muchos preguntan por el mejor programa de gestión disponible, si elegir Jolded, Hodo o Cuentosimple, cuando no saben la importancia de una buena asesoría, el nombre del director de su oficina bancaria, para qué sirve el capital social de su sociedad, o qué significa una prestación accesoria.
Dejan el negocio en manos de un software que está en las nubes, igual que los aviones…
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