Estamos en la era de la ofinifobia, ahora el teletrabajo es el nuevo paradigma de la eficiencia y la productividad.
Ir a la oficina es anticuado y perturbador y crea unos hábitos poco saludables, como tomar a diario un café de porquería. No importa que se trate de un lugar en donde, además de hacer cosas a cambio de una retribución, todos socializamos y compartimos horas de vida.
Incluso muchos consiguen buenos amigos y hasta se enamoran por primera vez. Pero en las oficinas también ocurren situaciones que ponen a prueba la capacidad de resistencia ante la estupidez humana.
Porque si la vida es un circo, en algún lado había que poner la jaula de los leones…
El asunto siempre fue satíricamente potente y entonces, antes de finalizar el siglo pasado, el dibujante ilustrado y mejor humorista Scott Adams reunió sus famosas tiras cómicas en un libro imperdible llamado El Principio de Dilbert.
Dilbert es un ingeniero rodeado de una fauna de personajes irreverentes y provocadores que, juntos y revueltos, representan muchas de las situaciones que se viven y se seguirán viviendo en distintas oficinas de todo el mundo.
Leí El Principio de Dilbert hace unos cuantos años y por estos días lo he rescatado para confirmar que resiste el inestimable paso del tiempo. Es simplemente humor y, como tal, exagera lo suficiente hasta reducir los hechos al absurdo.
Pero atención: no tanto.
La estudiada exageración sobre jefes, reuniones, procesos, presupuestos, asesores, marketineros, planes de negocios, ISO 9000 y gestión del cambio es tan divertida como insólita y acertada. Si la Mafalda de Quino aún es un símbolo presente de las contradicciones de los adultos, el ingeniero Dilbert de Adams es su gemelo en el entorno laboral.
Me he reído con ganas releyendo El Principio de Dilbert.
Scott Adams sigue arriesgando con el humor, a tal punto que últimamente ha sido cancelado por racista.
Aunque esa es otra historia…
| Autor: Scott Adams
| Editorial: Granica, 1997
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