Ayer, Ricardo de Devinsen Digital, contaba cuál fue realmente su primer emprendimiento y, sin querer, me he puesto a pensar en el curioso destino que nuestra memoria le da a ciertos recuerdos inestimables…
Me sucede lo mismo cuando me preguntan por mi primer emprendimiento. Tengo presente hasta la fecha exacta del día que comenzó aquel proyecto tan interesante.
Pero me olvido torpemente de la génesis, de esos síntomas de emprendedor gestante a los que solo mi padre prestaba atención.
Comencé a los 13 años organizando carreras de bicicletas con mi amigo Juan Carlos por las calles del barrio nuevo de Banfield, en el Gran Buenos Aires.
Cuatro horas los domingos, con línea de meta y boxes estratégicamente ubicados a las puertas de la tienda de Don Herminio, que vendía botellas de agua mineral como un campeón, pero sin coste alguno para los organizadores…
El circuito tenía algo más de 1000 metros y mi bicicleta era la Phillips inglesa de mi madre. Negra, distinta, sin guardabarros ni cambios, con neumáticos Imperial Cord y excelentes frenos de varilla para jóvenes inmortales y locos de la velocidad como yo.
Pero los chicos crecen.
Cumplí 17 años y para que las chicas te miren había que hacer otra cosa. Por aquellos tiempos el fútbol era solo un deporte y entonces nada mejor que una banda de rock con músicos despeinados y atrevidos.
Nos llamábamos Exaudi (escúchanos en latín) y ahí no termina la cuestión: yo no sabía cantar ni tocar un silbato, aunque podía conseguir actuaciones en las discos de la zona, a cambio de un par de minutos en el escenario para atraer a las más guapas con un riff de guitarra mal ejecutado.
Ahí comenzó mi exitosa carrera de representante, que se terminó abruptamente cuando mi padre descubrió que Don Herminio, el de la tienda del barrio, nos financiaba la compra de micrófonos y torres de sonido, a cambio de un interés ridículo.
No sabía que ya pensaba como un emprendedor, al menos para ligar merecidamente o comprar un buen coche que pudiera desafiar la normativa de la DGT argentina.
Emprender siempre ha sido lo mío y lo he desarrollado de menor a mayor.
¿Tú qué quieres que te suceda?
¿Sientes la aceleración, pero no puedes ver el camino?
Vamos, ponte en marcha, que no hay nostalgia peor que añorar lo que nunca jamás sucedió.
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Lee, reflexiona y pregunta. El soporte soy yo.
Enviado a los suscriptores de la newsletter de 1000 Días para un Negocio el 07 de abril de 2023.
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