Hasta los de letras saben que los líquidos no conservan fácilmente sus formas. Se filtran y se desbordan, salpican e inundan.
Los sólidos, en cambio, son otra cosa. Aun así, nuestra poderosa modernidad los está disolviendo. La durabilidad comienza a perder valor: el poder debe fluir por un mundo libre de barreras y controles.
El sociólogo y pensador polaco-británico Zygmunt Bauman, fallecido en 2017, desarrolló el concepto de modernidad líquida para representar el estado actual de nuestra sociedad, decididamente inconsistente y transitoria.
Vivimos una libertad sin precedentes, acompañada de una impotencia sin precedentes. Ahora ser moderno significa no quedarse quieto y buscar el horizonte de la gratificación, que curiosamente se aleja sin descanso.
Dejamos de ser ciudadanos para promover la individualización. Nos estamos olvidando que la necesidad de pensar es lo que nos hace pensar. Ahora los consumidores somos el producto y debemos estar en forma.
Modernidad líquida es un libro bisagra en el universo sociológico. Nos advierte que la modernidad pesada y su obsesión por la conquista territorial, pronto será parte de la historia. Aquel capitalismo de estilo fordista, con sus fábricas imponentes y bien arraigadas (como si se tratara de yacimientos de hierro), necesitaba mano de obra permanente y fijaba el capital a un territorio en concreto. Antes, el compromiso era mutuo…
Bauman nos dice que el espacio ya no limita la acción y ha perdido su valor estratégico. Ahora toca la instantaneidad y la huida fácil.
El filósofo francés Guy Debord, autor de La Sociedad del Espectáculo, lo anticipó a su manera cuando dijo que “los hombres se parecen más a su época que a sus padres”.
Si te gusta reflexionar y jugar con las ideas, no dejes pasar este libro.
Ya es un clásico.
| Autor: Zygmunt Bauman
| Editorial: Fondo de Cultura Económica, 2003
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